El Protocolo de Kioto, adoptado en 1997 y en vigor desde 2005, fue el primer acuerdo internacional con compromisos vinculantes para la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. A pesar de su impacto en la gobernanza climática global, su efectividad ha sido cuestionada debido a la exclusión de países en desarrollo y la falta de adhesión de grandes emisores como Estados Unidos.
Por: Juan Pablo Bourdierd.
El Protocolo de Kioto fue un acuerdo internacional clave en la lucha contra el cambio climático. Se adoptó el 11 de diciembre de 1997 en la Conferencia de las Partes (COP3) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) en la ciudad de Kioto, Japón. Sin embargo, no entró en vigor hasta el 16 de febrero de 2005, después de que suficientes países lo ratificaran, alcanzando el requisito del 55 % de las emisiones globales de CO₂ representadas.
El protocolo tenía el propósito de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), principalmente dióxido de carbono (CO₂), metano (CH₄) y óxidos de nitrógeno (N₂O), entre otros. Los compromisos iniciales establecían que los países industrializados (denominados Anexo I) debían reducir sus emisiones en al menos un 5 % respecto a los niveles de 1990 en el periodo 2008-2012.
Según, Vaclav Smil, científico y autor, señala en su artículo «No, no estamos cerca del objetivo de la descarbonización mundial absoluta» que, «Desde que el mundo empezó a centrarse en la necesidad de poner fin a la quema de combustibles fósiles no hemos avanzado lo más mínimo en el objetivo de la descarbonización …», elpais.com
Fue necesario establecer tres mecanismos clave:
Comercio de emisiones: Permitía a los países comprar y vender derechos de emisión.
Mecanismo de desarrollo limpio (MDL): Incentivaba a los países desarrollados a invertir en proyectos de reducción de emisiones en países en desarrollo.
Implementación conjunta: Facilitaba la cooperación entre países industrializados para cumplir sus metas mediante proyectos de reducción de emisiones.
De acuerdo al informe de la Organización de las Naciones Unidas, «El Protocolo de Kioto … al igual que la Convención, también tiene por objeto ayudar a los países a adaptarse a los efectos adversos del cambio climático.», unfccc.int
El Protocolo de Kioto fue ratificado por más de 190 países, pero con notables excepciones. Estados Unidos, en 2001, bajo la administración de George W. Bush, se negó a ratificarlo, argumentando que el acuerdo perjudicaba su economía y que no incluía compromisos para países en desarrollo como China e India, grandes emisores de CO₂.
Mientras algunos países lograron reducir sus emisiones, pero en general el protocolo no tuvo un impacto tan significativo como se esperaba.
Se criticó que solo incluía obligaciones para los países desarrollados, mientras que los países emergentes no tenían compromisos de reducción obligatorios.
En 2012, el Periodo de Compromiso de Kioto finalizó, dando paso al Acuerdo de París (2015), que involucró a más naciones y estableció un nuevo marco con compromisos voluntarios más inclusivos.
El Protocolo de Kioto marcó un hito en la gobernanza climática global, al ser el primer acuerdo con metas vinculantes de reducción de emisiones. Aunque tuvo limitaciones, sirvió como base para los acuerdos climáticos posteriores, consolidando la urgencia de combatir el cambio climático a nivel internacional.
Aunque los países de América Latina han ratificado el Protocolo de Kioto, sus compromisos de reducción de emisiones no son obligatorios según el acuerdo. Aun así, la región ha demostrado un compromiso significativo con la mitigación del cambio climático a través de diversas iniciativas y mecanismos de cooperación internacional.